Domingo de Ramos
Después de haber hablado en
numerosas ocasiones a sus discípulos del reino de Dios y del amor, Jesús entra
en Jerusalén y siente como poco a poco va a tener que asumir las consecuencias
de su coherencia en soledad. Ante la
perspectiva de la cruz todos lo dejan solo. Muchos personajes encontramos en
este relato de Lucas y todos, uno tras otro, quedan retratados en las horas que
siguen. Todos los personajes nos pueden servir de referencia en nuestra
meditación y pueden provocarnos al compromiso ante la multitud de inocentes
crucificados de la tierra hoy.
Lc 22,14-23,56
Ardientemente he deseado comer
esta Pascua con vosotros, antes de padecer
C. Cuando llegó la hora, Jesús se
sentó a la mesa y los apóstoles con él y les dijo:
+ «Ardientemente he deseado comer
esta Pascua con vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré
a comer hasta que se cumpla en el reino de Dios».
C. Y, tomando un cáliz, después
de pronunciar la acción de gracias, dijo:
+ «Tomad esto, repartidlo entre
vosotros; porque os digo que no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta
que venga el reino de Dios».
Haced esto en memoria mía
C. Y, tomando pan, después de
pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
+ «Esto es mi cuerpo, que se
entrega por vosotros; haced esto en memoria mía».
C. Después de cenar, hizo lo
mismo con el cáliz diciendo:
+ «Este cáliz es la nueva alianza
en mi sangre, que es derramada por vosotros».
Ay de aquel hombre por quien el
Hijo del hombre es entregado
+ «Pero mirad: la mano del que me
entrega está conmigo, en la mesa. Porque el Hijo del hombre se va, según lo
establecido; pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!».
C. Ellos empezaron a preguntarse
unos a otros sobre quién de ellos podía ser el que iba a hacer eso.
Yo estoy en medio de vosotros
como el que sirve
C. Se produjo también un altercado a propósito de quién de ellos debía ser tenido como el mayor. Pero él les dijo:
+ «Los reyes de las naciones las
dominan, y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros
no hagáis así, sino que el mayor entre vosotros se ha de hacer como el menor, y
el que gobierna, como el que sirve.
Porque ¿quién es más, el que está
a la mesa o el que sirve? ¿Verdad que el que está a la mesa? Pues yo estoy en
medio de vosotros como el que sirve.
Vosotros sois los que habéis
perseverado conmigo en mis pruebas, y yo preparo para vosotros el reino como me
lo preparó mi Padre a mí, de forma que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y
os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel».
Tú, cuando te hayas convertido,
confirma a tus hermanos
+ «Simón, Simón, mira que Satanás
os ha reclamado para cribaros como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu
fe no se apague. Y tú, cuando te hayas convertido, confirma a tus hermanos».
C. Él le dijo:
S. «Señor, contigo estoy
dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte».
C. Pero él le dijo:
+ «Te digo, Pedro, que no cantará
hoy el gallo antes de que tres veces hayas negado conocerme».
Es necesario que se cumpla en mí
lo que está escrito
C. Y les dijo:
+ «Cuando os envié sin bolsa, ni
alforja, ni sandalias, ¿os faltó algo?».
C. Dijeron:
S. «Nada».
C. Jesús añadió:
+ «Pero ahora, el que tenga
bolsa, que la lleve consigo, y lo mismo la alforja; y el que no tenga espada,
que venda su manto y compre una. Porque os digo que es necesario que se cumpla
en mí lo que está escrito: "Fue contado entre los pecadores", pues lo
que se refiere a mí toca a su fin».
C. Ellos dijeron:
S. «Señor, aquí hay dos espadas».
C. Él les dijo:
+ «Basta».
En medio de su angustia, oraba
con más intensidad
C. Salió y se encaminó, como de
costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al
sitio, les dijo:
+ «Orad, para no caer en
tentación».
C. Y se apartó de ellos como a un
tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo:
+ «Padre, si quieres, aparta de
mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».
C. Y se le apareció un ángel del
cielo, que lo confortaba. En medio de su angustia, oraba con más intensidad. Y
le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de
sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró
dormidos por la tristeza, y les dijo:
+ «¿Por qué dormís? Levantaos y
orad, para no caer en tentación».
Judas, ¿con un beso entregas al
Hijo del hombre?
C. Todavía estaba hablando,
cuando apareció una turba; iba a la cabeza el llamado Judas, uno de los Doce. Y
se acercó a besar a Jesús.
Jesús le dijo:
+ «Judas, ¿con un beso entregas
al Hijo del hombre?».
C. Viendo los que estaban con él
lo que iba a pasar, dijeron:
S. «Señor, ¿herimos con la
espada?».
C. Y uno de ellos hirió al criado
del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.
Jesús intervino diciendo:
+ «Dejadlo, basta».
C. Y, tocándole la oreja, lo
curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y a los
ancianos que habían venido contra él:
+ «¿Habéis salido con espadas y
palos como en busca de un bandido? Estando a diario en el templo con vosotros,
no me prendisteis. Pero esta es vuestra hora y la del poder de las tinieblas».
Pedro, saliendo afuera, lloró
amargamente
C. Después de prenderlo, se lo
llevaron y lo hicieron entrar en casa del sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde
lejos. Ellos encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y
Pedro estaba sentado entre ellos.
Al verlo una criada sentado junto
a la lumbre, se lo quedó mirando y dijo:
S. «También este estaba con él».
C. Pero él lo negó diciendo:
S. «No lo conozco, mujer».
C. Poco después, lo vio otro y le
dijo:
S. «Tú también eres uno de
ellos».
C. Pero Pedro replicó:
S. «Hombre, no lo soy».
C. Y pasada cosa de una hora,
otro insistía diciendo:
S. «Sin duda, este también estaba
con él, porque es galileo».
C. Pedro dijo:
S. «Hombre, no sé de qué me
hablas».
C. Y enseguida, estando todavía
él hablando, cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro,
y Pedro se acordó de la palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que
cante hoy el gallo, me negarás tres veces».
Y, saliendo afuera, lloró
amargamente.
Haz de profeta: ¿quién te ha
pegado?
C. Y los hombres que tenían preso
a Jesús se burlaban de él, dándole golpes.
Y, tapándole la cara, le
preguntaban diciendo:
S. «Haz de profeta: ¿quién te ha
pegado?».
C. E, insultándolo, proferían
contra él otras muchas cosas.
Lo condujeron ante su Sanedrín
C. Cuando se hizo de día, se
reunieron los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los
escribas; lo condujeron ante su Sanedrín, y le dijeron:
S. «Si tú eres el Mesías,
dínoslo».
C. Él les dijo:
+ «Si os lo digo, no lo vais a
creer; y si os pregunto, no me vais a responder.
Pero, desde ahora, el Hijo del
hombre estará sentado a la derecha del poder de Dios».
C. Dijeron todos:
S. «Entonces, ¿tú eres el Hijo de
Dios?».
C. Él les dijo:
+ «Vosotros lo decís, yo lo soy».
C. Ellos dijeron:
S. «¿Qué necesidad tenemos ya de
testimonios? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca».
C. Y levantándose toda la
asamblea, lo llevaron a presencia de Pilato.
No encuentro ninguna culpa en
este hombre
C. Y se pusieron a acusarlo
diciendo:
S. «Hemos encontrado que este
anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos al
César, y diciendo que él es el Mesías rey».
C. Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los
judíos?».
C. Él le responde:
+ «Tú lo dices».
C. Pilato dijo a los sumos
sacerdotes y a la gente:
S. «No encuentro ninguna culpa en
este hombre».
C. Pero ellos insistían con más
fuerza, diciendo:
S. «Solivianta al pueblo
enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí».
C. Pilato, al oírlo, preguntó si
el hombre era galileo; y, al enterarse de que era de la jurisdicción de
Herodes, que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.
Herodes, con sus soldados, lo
trató con desprecio
C. Herodes, al ver a Jesús, se
puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía
hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas
con abundante verborrea; pero él no le contestó nada.
Estaban allí los sumos sacerdotes
y los escribas acusándolo con ahínco.
Herodes, con sus soldados, lo
trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura
blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí
Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre sí.
Pilato entregó a Jesús a su
voluntad
C. Pilato, después de convocar a
los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo:
S. «Me habéis traído a este
hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de
vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo
acusáis; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha
hecho nada digno de muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
C. Ellos vociferaron en masa:
S. «¡Quita de en medio a ese!
Suéltanos a Barrabás».
C. Este había sido metido en la
cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la
palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando:
S. «¡Crucifícalo, crucifícalo!».
C. Por tercera vez les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho este?
No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un
escarmiento y lo soltaré».
C. Pero ellos se le echaban
encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío.
Pilato entonces sentenció que se
realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la
cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.
Hijas de Jerusalén, no lloréis
por mí
C. Mientras lo conducían, echaron
mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz,
para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del
pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les
dijo:
+ «Hijas de Jerusalén, no lloréis
por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días
en los que dirán: "Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han
dado a luz y los pechos que no han criado". Entonces empezarán a decirles
a los montes: "Caed sobre nosotros", y a las colinas:
"Cubridnos"; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿qué harán con
el seco?».
C. Conducían también a otros dos
malhechores para ajusticiarlos con él.
Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen
C. Y cuando llegaron al lugar
llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la
derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
+ «Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen».
C. Hicieron lotes con sus ropas y
los echaron a suerte.
Este es el rey de los judíos
C. El pueblo estaba mirando, pero
los magistrados le hacían muecas diciendo:
S. «A otros ha salvado; que se
salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
C. Se burlaban de él también los
soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
S. «Si eres tú el rey de los
judíos, sálvate a ti mismo».
C. Había también por encima de él
un letrero: «Este es el rey de los judíos».
Hoy estarás conmigo en el paraíso
C. Uno de los malhechores
crucificados lo insultaba diciendo:
S. «¿No eres tú el Mesías?
Sálvate a ti mismo y a nosotros».
C. Pero el otro, respondiéndole e
increpándolo, le decía:
S. «¿Ni siquiera temes tú a Dios,
estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque
recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada
malo».
C. Y decía:
S. «Jesús, acuérdate de mí cuando
llegues a tu reino».
C. Jesús le dijo:
+ «En verdad te digo: hoy estarás
conmigo en el paraíso».
Padre, a tus manos encomiendo mi
espíritu
C. Era ya como la hora sexta, y
vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se
oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con
voz potente, dijo:
+ «Padre, a tus manos encomiendo
mi espíritu».
C. Y, dicho esto, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace
una pausa.
C. El centurión, al ver lo
ocurrido, daba gloria a Dios diciendo:
S. «Realmente, este hombre era
justo».
C. Toda la muchedumbre que había
concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía
dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos y las mujeres
que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.
José colocó el cuerpo de Jesús en
un sepulcro excavado en la roca
C. Había un hombre, llamado José,
que era miembro del Sanedrín, hombre bueno y justo (este no había dado su
asentimiento ni a la decisión ni a la actuación de ellos); era natural de
Arimatea, ciudad de los judíos, y aguardaba el reino de Dios. Este acudió a
Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Y, bajándolo, lo envolvió en una sábana y
lo colocó en un sepulcro excavado en la roca, donde nadie había sido puesto
todavía.
Era el día de la Preparación y
estaba para empezar el sábado. Las mujeres que lo habían acompañado desde
Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su
cuerpo. Al regresar, prepararon aromas y mirra. Y el sábado descansaron de acuerdo
con el precepto.
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