San Juan Bautista de la Salle
Lunes de la V Semana de Cuaresma
Cuanto ruido hicieron los fariseos
hasta acabar con Jesús, pensando que así acabarían con la voluntad de Dios. Los
maestros de la ley se convirtieron, con sus interpretaciones humanas, en los
primeros perseguidores del Hijo de Dios. Asún así no silenciaron la voz de
Dios. El silencio de Dios tuvo un triunfo efímero, el mutismo que sucede entre
la cruz y el sepulcro vacío. Aunque para ellos el silencio de Dios se hace
eterno, porque sus sentidos no son capaces de percibirlo. Y ahora la pregunta
¿tenemos abiertos los sentidos para percibir a Dios o nuestro fariseísmo nos lo
impide? Cuaresma es permanecer despierto, sensible y dispuesto a la constante
interpelación de Dios.
Jn 8,12-20
En aquel tiempo, Jesús habló de
nuevo a los fariseos, diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no
camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida».
Le dijeron los fariseos: «Tú das
testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero».
Jesús les contestó: «Aunque yo
doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he
venido y adónde voy; en cambio, vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde
voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi
juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado, el
Padre; y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es
verdadero. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que
me ha enviado, el Padre».
Ellos le preguntaban: «¿Dónde
está tu Padre?».
Jesús contestó: «Ni me conocéis a
mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre».
Jesús tuvo esta conversación
junto al arca de las ofrendas, cuando enseñaba en el templo. Y nadie le echó
mano, porque todavía no había llegado su hora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario