San Antonio de Padua
Viernes de la X
Semana de Ordinario
Más allá de los formalismos
legalistas que imponía la “ley de Moisés”, Jesús proclama una dimensión
transcendental en el matrimonio, como en todas las relaciones humanas. La clave
de las relaciones es el amor. Dicho amor es capaz de humanizar el ámbito de las
relaciones, dentro y fuera de los estrechos lazos familiares. Y especial
mención merece el papel que Jesús de da a la mujer, sometida en ese momento y
durante siglos al designio de los varones.
Mt 5,27-32
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “No
cometerás adulterio”. Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola,
ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a
pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero
en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a
pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar
entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que repudie a su
mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo os digo que si uno repudia a su
mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se
casa con la repudiada comete adulterio».
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