San Atanasio, obispo
y doctor
Viernes de la II Semana
de Pascua
Situémonos. Tras las huellas de
Jesús son muchos los que caminan. Tras la enseñanza del maestro, se muestran
cansado y hambrientos. Jesús lo siente y toma la iniciativa de alimentar a la
población. Pregunta a Felipe, pero él, incrédulo no ve posible dar de comer a
tantos. Entonces aparece un niño que pone a disposición de todos lo poco que
posee. Y este gesto hace brotar el milagro. No necesitamos algo grande y
poderoso, necesitamos recursos, que aunque pequeños o escasos, su
administración dependa de un corazón abierto y generoso, que ya el Señor obrará
el milagro. Aquí está la clave: en el desprendimiento y la fe.
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Jn 6,1-15
En aquel tiempo, Jesús se marchó
a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente,
porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña
y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta
de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha
gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para
que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien
sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no
bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el
hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene
cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente
en el suelo».
Había mucha hierba en aquel
sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la
acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo
que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus
discípulos:
«Recoged los pedazos que han
sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce
canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que
habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el
Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a
llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.