Jueves de la III Semana de Pascua
Es posible que a veces nuestras
tradiciones impongan signos de pertenencia religiosa y eclesial que son
accidentales o circunstanciales. Que dependieron de momentos históricos
singulares con características específicas. Cambiaron los tiempos, los retos,
las necesidades pero no modificamos los tradicionalismos. La vida de fe no se
centra exclusivamente en gestos externos accesorios, sino que funda su esencia
en el pan de vida que es Cristo. Sí. Es así, aunque nos obsesionemos con lo
externo. En estos días que tantas y tantas quinielas salen de los “papables”,
es bueno que no se nos olvide orar por lo importante, un papa que guíe a la
Iglesia en el momento actual por el camino del evangelio, para que el mundo
descubra a Cristo como pan vivo…
Jn 6,44-51
En aquel tiempo, dijo Jesús al
gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo
atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas:
"Serán todos discípulos de Dios".
Todo el que escucha al Padre y
aprende, viene a mí.
No es que alguien haya visto al
Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en
verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida.
Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que
baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado
del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne
por la vida del mundo».
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