San Matías, apóstol
Miércoles de la IV Semana de Pascua
Tras la resurrección todo tiene sentido pleno. Leer la vida y obra de Jesús sin la resurrección deja al Señor a la altura de cualquier héroe humano fácilmente olvidable con el paso del tiempo, que no aporta a la humanidad más que la proeza temporal del momento histórico. La resurrección hace que lo vivido por unos y otros adquiera todo su sentido. No fue un discurso vacío, fue real. Dios se ha hecho presente en la vida de los hombres de manera definitiva y plena. Y lo ha hecho porque nos ama. Y es que el amor es la única herramienta capaz de transformar el mundo desde la raíz, y cuyos frutos mejoran la red de relaciones humanas.
Jn 15,9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así
os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi
Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi
alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os
améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que
el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos si
hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el
siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo
que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me
habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y
deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al
Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
No hay comentarios:
Publicar un comentario