V Domingo de Pascua
Es el amor y no el poder ni la
autoridad, lo que constituye la nueva comunidad de discípulos, la Iglesia. En
el amor que brota del cenáculo y se asienta en el sacrificio de la cruz, pero
se confirma en la resurrección, se hace la Iglesia. Y es el signo de las
relaciones entre los cristianos, relaciones basadas en el amor de los unos a
los otros y el amor común al Padre. Esa es la referencia. Hijos y hermanos, con
unos vínculos que superan los lazos de sangre. Esa es nuestra esencia, nuestro
signo distintivo.
Jn 13,31-33a.34-35
Cuando salió Judas del cenáculo,
dijo Jesús:
«Ahora es glorificado el Hijo del
hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios
lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de
estar con vosotros.
Os doy un mandamiento nuevo: que
os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto
conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros».
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