viernes, 8 de agosto de 2025

Si alguno quiere venir en pos de mí...

 Santo Domingo de Guzmán

Viernes de la XVIII Semana del T.O.

Las condiciones del discipulado son claras. Los discípulos debemos estar dispuestos a seguir la misma suerte que el maestro. Y seguimos a un crucificado. Eso significa que el camino no es una ruta fácil, exenta de dificultades y obstáculos. Pero nosotros sabemos que el final no es la victoria de la muerte, sino la recompensa de la vida eterna.


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Mt 16,24-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.

Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará.

¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre en su reino».

jueves, 7 de agosto de 2025

Bienaventurado tú, Simón...

 Jueves de la XVIII Semana del T.O.

El papel de Pedro en la Iglesia no es fruto de la inteligencia humana, ni de la formación, ni del poder o la autoridad militar o política. Es fruto de la fe. Reconocer a Jesús como Hijo de Dios es un don. Por eso debemos entender bien la autoridad de Pedro y del papado, tantas veces confundido con un poder terrenal al modo de los estados. Con ejército, ideología política y capacidad para legislar. La autoridad de Pedro y del papado brotan del servicio a los demás, a la Iglesia. Por eso se entienden las palabras de los últimos papas que nos dicen que recemos por ellos… Sigámoslo haciendo, para que unidos a Cristo sirvan a la construcción del Reino.


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Mt 16,13-23

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

Ellos contestaron:

«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».

Él les preguntó:

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».

Jesús le respondió:

«¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:

«¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».

Jesús se volvió y dijo a Pedro:

«¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».

miércoles, 6 de agosto de 2025

Este es mi hijo, escuchadlo!!

 Transfiguración del Señor

Miércoles de la XVIII Semana del T.O.

Asistimos a esta maravillosa representación de la esperanza que se esconde tras el camino que Jesús va a comenzar. Ante el fracaso aparente de la cruz, aparece la verdad de su destino, que no es otra cosa que hacer la voluntad del Padre. Y el Padre nos lo presenta como su Hijo, y por ello merece la pena que lo escuchemos. Los discípulos quieren que el momento perdure, pero Jesús nos aclara que la luz apenas vislumbrada se realiza en el camino.


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Lc 9,28b-36

En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.

De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.

Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús:

«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».

No sabía lo que decía.

Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.

Y una voz desde la nube decía:

«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».

Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

martes, 5 de agosto de 2025

¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo...!

 Dedicación de la Basílica de Santa María

Martes de la XVIII Semana del T.O.

A pesar de haber pasado un día intenso junto a Jesús y de haber asistido a la multiplicación de los panes y los peces, al llegar la noche los discípulos siguen teniendo dudas. El silencio de Dios, su lejanía hace que ante la dificultad se acerque el miedo, eso que todo lo paraliza. Y curiosamente el miedo aleja aun más al hombre de Dios. Solo cuando reconocen al Señor en medio de la noche parece que se disipan las dudas. El camino del discípulo es un caminar expuesto, pero no es un caminar individualista, está unido a la fe, a Dios y ello es lo que aporta seguridad.


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Mt 14,22-36

Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.

Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo.

Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma.

Jesús les dijo enseguida:

«¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».

Pedro le contestó:

«Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua».

Él le dijo:

«Ven».

Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:

«Señor, sálvame».

Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:

«¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».

En cuanto subieron a la barca amainó el viento.

Los de la barca se postraron ante él diciendo:

«Realmente eres Hijo de Dios».

Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Y los hombres de aquel lugar apenas lo reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le trajeron a todos los enfermos.

Le pedían tocar siquiera la orla de su manto. Y cuantos la tocaban quedaban curados.

lunes, 4 de agosto de 2025

Se compadeció...

 Juan María Vianney, presbítero

Lunes de la XVIII Semana del T.O.

A Jesús le seguía una multitud. Una multitud desesperada, desilusionada y con escaso futuro. Y en él vieron motivos para vivir. Jesús no defraudó a la multitud. No les vendió un discurso vacío. No les ofreció palabras huecas. Les ofreció palabras que se cumplieron. Se compadeció. Se puso a su lado, les comprendió y sufrió con ellos. Curó a los enfermos. ¡Cuántas heridas tenemos que necesitan sanar y cicatrizar! Y les dio de comer. Alimentó su esperanza con futuro, pero también sació su hambre. Hoy lo sigue haciendo.


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Mt 14,13-21

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, se marchó de allí en barca, a solas, a un lugar desierto. Cuando la gente lo supo, lo siguió por tierra desde los poblados.

Al desembarcar vio Jesús una multitud, se compadeció de ella y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:

«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren comida».

Jesús les replicó:

«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer».

Ellos le replicaron:

«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces».

Les dijo:

«Traédmelos».

Mandó a la gente que se recostara en la hierba y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

domingo, 3 de agosto de 2025

Necio...

 XVIII Domingo del T.O.

Es muy difícil hoy no sucumbir, de una u otra manera, a la tentativa de regirnos por los criterios del dinero. Da igual en qué ámbito. Pero casi todos los criterios de éxito se miden en la cantidad de bienes que eres capaz de consumir o de acumular. Pero ¿eso hace al ser humano más feliz? ¿Eso dota de sentido a la existencia humana? Por encima del dinero, del mercado, de la riqueza el cristiano tiene otros valores de categoría superior. Ahora depende de nosotros sucumbir a unos o buscar los otros.


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Lc 12,13-21

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:

«Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia».

Él le dijo:

«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».

Y les dijo:

«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».

Y les propuso una parábola:

«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:

"¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha".

Y se dijo:

"Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente".

Pero Dios le dijo:

"Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?".

Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios».