XX Domingo del T.O.
Puede parecer escandaloso que los
cristianos presentemos a Jesús como el príncipe de la paz después de leer este
relato de hoy. Pero de fondo este relato esconde verdades más profundas. El
mensaje de Jesús no encaja en todas las personas. Tampoco todos están
dispuestos a abrir todos los sentidos y dejar que Dios transforme el corazón.
Además hay variados intereses que chocan frontalmente con la dinámica del
evangelio. Y chocan tanto que arrastran al conflicto. El propio Jesús lo sufrió
en primera persona. Su muerte en cruz es el fruto del conflicto entre la
identidad de Dios y los poderes (sociales, políticos, militares, económicos,
religiosos y todos los que queramos) de este mundo. Un Dios que sigue
molestando a los poderosos, aunque a algunos hoy les siga pesando. La libertad
y la coherencia conducen, a veces, al conflicto.
Lc 12,49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«He venido a prender fuego a la
tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser
bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer
paz a la tierra? No, sino división.
Desde ahora estarán divididos
cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el
padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la
hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».
No hay comentarios:
Publicar un comentario