XVIII Domingo del T.O.
Es muy difícil hoy no sucumbir,
de una u otra manera, a la tentativa de regirnos por los criterios del dinero. Da
igual en qué ámbito. Pero casi todos los criterios de éxito se miden en la
cantidad de bienes que eres capaz de consumir o de acumular. Pero ¿eso hace al ser
humano más feliz? ¿Eso dota de sentido a la existencia humana? Por encima del
dinero, del mercado, de la riqueza el cristiano tiene otros valores de categoría
superior. Ahora depende de nosotros sucumbir a unos o buscar los otros.
Lc 12,13-21
En aquel tiempo, dijo uno de
entre la gente a Jesús:
«Maestro, dile a mi hermano que
reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido
juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de
codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico
produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:
"¿Qué haré? No tengo donde
almacenar la cosecha".
Y se dijo:
"Haré lo siguiente:
derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo
el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes
almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente".
Pero Dios le dijo:
"Necio, esta noche te van a
reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?".
Así es el que atesora para sí y
no es rico ante Dios».
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