jueves, 7 de agosto de 2025

Bienaventurado tú, Simón...

 Jueves de la XVIII Semana del T.O.

El papel de Pedro en la Iglesia no es fruto de la inteligencia humana, ni de la formación, ni del poder o la autoridad militar o política. Es fruto de la fe. Reconocer a Jesús como Hijo de Dios es un don. Por eso debemos entender bien la autoridad de Pedro y del papado, tantas veces confundido con un poder terrenal al modo de los estados. Con ejército, ideología política y capacidad para legislar. La autoridad de Pedro y del papado brotan del servicio a los demás, a la Iglesia. Por eso se entienden las palabras de los últimos papas que nos dicen que recemos por ellos… Sigámoslo haciendo, para que unidos a Cristo sirvan a la construcción del Reino.


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Mt 16,13-23

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:

«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?».

Ellos contestaron:

«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas».

Él les preguntó:

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

«Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».

Jesús le respondió:

«¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos».

Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:

«¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».

Jesús se volvió y dijo a Pedro:

«¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».

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