viernes, 4 de abril de 2025

A mí me conocéis...

 Viernes de la IV Semana de Cuaresma

Ante Jesús nadie queda indiferente. Él siempre nos pide una respuesta, una decisión de entrega total. Y esta respuesta no puede quedarse en un deseo abstracto, sino que marca la vida y la define. Optar por Jesús es acoger a la sabiduría como compañera de camino; rechazarle es caer en brazos de la necedad. Cuaresma es responder a Jesús con la entrega total.


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Jn 7,1-2.10.25-30

En aquel tiempo, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas.

Una vez que sus hermanos se hubieron marchado a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas.

Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron:

«¿No es este el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías? Pero este sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene».

Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó:

«A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado».

Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora.

miércoles, 2 de abril de 2025

Porque es el Hijo del hombre...

San Francisco de Paula

 Miércoles de la IV Semana de Cuaresma

Tras la situación contradictoria que han vivido los discípulos después de la curación del paralítico, Jesús pone de manifiesto su identidad, es el Hijo de Dios. Ello lo sitúa precisamente por encima de la ley. También nosotros debemos tomar conciencia de la identidad de hijos de Dios y no temer las contradicciones que nuestras actuaciones representan para algunos con quienes convivimos. Está en juego nuestra identidad. Cuaresma es renovar nuestra identidad de hijos de Dios y vivir en consecuencia.

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Jn 5,17-30

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:

«Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo».

Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.

Jesús tomó la palabra y les dijo:

«En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro.

Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.

En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.

En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.

Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.

No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.

Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».

martes, 1 de abril de 2025

No peques más, no sea que te ocurra algo peor...

 Martes de la IV Semana de Cuaresma

Está claro que para algunos daba igual lo que estuviese ocurriendo, siempre encuentran una excusa para condenar a los otros. La curación en sábado, portar la camilla, caminar… cualquier situación se convierte en motivo de condena y persecución. El domingo veíamos que podemos caer con facilidad en las garras de estos comportamientos, como así hizo el hijo mayor del evangelio. Hoy Jesús advierte, ten cuidado, que quien quiere ver solo el mal, lo verá. Y es que es posible que nosotros andemos así también. Es tiempo de cambio, de transformación, de dejar que Dios nos haga más tiernos y misericordiosos. Cuaresma es reconocer el perdón verdadero, el del Padre que acoge y corrige, pero no reprocha.


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Jn 5,1-3.5-16

Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.

Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.

Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:

«¿Quieres quedar sano?».

El enfermo le contestó:

«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».

Jesús le dice:

«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».

Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.

Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:

«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».

Él les contestó:

«El que me ha curado es quien me ha dicho: "Toma tu camilla y echa a andar"».

Ellos le preguntaron:

«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».

Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.

Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:

«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».

Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.

Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

lunes, 31 de marzo de 2025

Anda, tu hijo vive...

 Lunes de la IV Semana de Cuaresma

Solo después de ver signos y prodigios sus propios paisanos lo recibieron bien. Ni siquiera dice el evangelio que confiaran en él o creyeran en él. Simplemente lo recibieron bien. Entendemos que cordialmente. Pero Jesús sigue viendo los vestigios de la duda, de la increencia. Muy pocos confían. Entre ellos el padre del niño que se debate entre la vida y la muerte y que tras el encuentro con Jesús regresa a casa esperanzado en que su palabra de cumpla. Y se cumple. Y la fe consuela el amor del padre. También Cuaresma es depositar la fe en aquel que de verdad nos la puede sostener.


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Jn 4,43-54

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaría para Galilea.

Jesús mismo había atestiguado:

«Un profeta no es estimado en su propia patria».

Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.

Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino.

Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.

Jesús le dijo:

«Si no veis signos y prodigios, no creéis».

El funcionario insiste:

«Señor, baja antes de que se muera mi niño».

Jesús le contesta:

«Anda, tu hijo vive».

El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron:

«Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre».

El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él con toda su familia.

Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

domingo, 30 de marzo de 2025

Celebremos un banquete...

 IV Domingo de Cuaresma

Posiblemente nos hemos detenido siempre en la actitud del más joven de los hermanos quien, tras derrochar sus bienes, regresa a la casa del padre vacío en todos los aspectos. Y sí, esa es la actitud del arrepentido que regresa a recuperar la dignidad tras haberla perdido en un comportamiento reprobable. Digamos que nosotros estamos más próximos al hijo mayor, a aquel que por haber quedado en la casa del padre ha creído heredar la capacidad de juzgar de su padre. Él pone el baremo y mide los resultados en función de su propia justicia. Pero el Padre no es así. El Padre es tierno, acogedor y misericordioso. Y quizá es de él de quien debemos aprender. Cuaresma es acercarse más a Dios para aprender a ver y hacer según su misericordia.


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Lc 15,1-3.11-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:

«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola:

«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:

"Padre, dame la parte que me toca de la fortuna".

El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo:

"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros".

Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo:

"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo".

Pero el padre dijo a sus criados:

"Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado".

Y empezaron a celebrar el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

Este le contestó:

"Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud".

Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre:

"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado".

El padre le dijo:

"Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado"».

viernes, 28 de marzo de 2025

No estás lejos del reino...

 Viernes de la III Semana de Cuaresma

Es posible que cuando nos acerquemos a este radical mandamiento del amor lo hagamos desde la legalidad, desde la norma. Como muy posiblemente muchos miembros del judaísmo oficial se acercaron a Jesús, con la sospecha de los cumplidores de normas. Pero las normas en las que Dios se fija son las del corazón, las del interior del hombre, las de la intención. No basta con enumerar o nombrar la ley, Jesús pide interiorizarla de manera que mueva nuestra vida interior. Pero sabiéndola ya hemos dado un paso, ahora falta que la hagamos norma interior de nuestra vida. Cuaresma es identificarse cada vez más con Dios, con quien es amor.


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Mc 12,28b-34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:

«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».

Respondió Jesús:

«El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». El segundo es este: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay mandamiento mayor que estos».

El escriba replicó:

«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».

Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:

«No estás lejos del reino de Dios».

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

miércoles, 26 de marzo de 2025

He venido a dar plenitud...

 Miércoles de la III Semana de Cuaresma

El cumplimiento de la ley no se agota en las letras que la componen. No. Y lo cierto es que muchas veces es en lo que nos quedamos, en el lugar donde está la coma o en las palabras compuestas. Pero no, el cumplimiento, la plenitud están en Jesucristo. Él se constituye en ley, pero porque es la voluntad explícita de Dios. Y dicha voluntad pasa por un filtro inquietante que todo lo revoluciona, el amor. Cuaresma es recurrir, sin miedo y constantemente, al filtro del amor de Dios.


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Mt 5,17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.

En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.

El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.

Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».