jueves, 30 de abril de 2020

La Diócesis de Zamora crea un fondo de ayuda a los más vulnerables por el impacto del COVID-19

La Diócesis de Zamora se suma a la iniciativa de la Conferencia Episcopal Española con la creación de un fondo para poder atender las necesidades de las personas más vulnerables en el paso de la Pandemia generada por el COVID-19. Sus efectos económicos y sociales ya se ven, pero seguirán viéndose durante los próximos meses. Esta crisis afecta directamente a aquellos que aún no atisbaban más que una pequeña luz tras la crisis financiera de 2008.
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Frente a...


Jueves de la III Semana de Pascua
La filiación divina no es una cuestión de sangre. Como el ser cristiano tampoco es, hoy en día, una cuestión sociológica. Aún se escuchan voces en la Iglesia que defienden esto, imagino que para poder mantener ciertas dosis de poder. Pero la fe es un regalo de Dios. La filiación divina está ligada a una relación personal profunda con Dios y con el misterio de la encarnación de su Hijo. Y la misión de la Iglesia en el mundo no pasa por tener poder, sino por ejercer una verdadera transformación social porque nuestra escala de valores, nuestros principios y el centro de nuestra vida no son los mismos que los de la sociedad. Frente al consumo, el desprendimiento sobrio; frente al individualismo la comunidad y frente al mercado el hombre.

Juan 6, 44-51
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha al Padre y aprende viene a mí.
No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

miércoles, 29 de abril de 2020

Venid a mí...


Santa Catalina de Siena. Miércoles de la III Semana de Pascua
Pienso en estos días en cuántas personas están cansadas y agobiadas por lo que este virus ha roto de nuestra vida más o menos establecida. Esto nos ha obligado a salir de nuestra zona de confort. A reinventarnos. A mirarnos en el espejo y reencontrarnos. Pero también a ponernos al lado de quien sufre. Y sufrimos soledad, dolor, separación, ruptura, pérdida, etc… sinsentidos que no acabamos de encajar en nuestras vidas. Ahí está el Resucitado diciéndonos que acudamos a él…

Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

martes, 28 de abril de 2020

Busca y encontrarás...


Martes de la III Semana de Pascua
El hombre es un ser inacabado y siempre en estado de búsqueda. Se pone retos, consigue objetivos, alcanza metas y, aún así, siempre a la búsqueda de algo más. Busca entre todos lo que se le ofrece aquello que lo complete, que lo colme. Y a pesar de la enorme oferta al alcance de una buena billetera, no encuentra entre los objetos de consumo aquello que lo colme. Por eso permanece buscando signos. Jesús se presenta como el verdadero pan que sacia al hombre. El que llena el corazón humano. Y así lo experimentan aquellas personas que tienen un verdadero encuentro personal con él.

Juan 6, 30-35
En aquel tiempo, el gentío dijo a Jesús:
«¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Pan del cielo les dio a comer"».
Jesús les replicó:
«En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron:
«Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó:
«Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed».

lunes, 27 de abril de 2020

¿Saciados...?


Lunes de la III Semana de Pascua
Este año, el Domingo de Resurrección, el Papa Francisco, en la bendición Urbi et Orbi nos recordaba que ante la situación actual no podemos quedarnos indiferentes. En el mundo siguen pasando muchas cosas, no solo una pandemia. Quedémonos con esa indiferencia. El ser humano busca, pero esta sociedad de consumo ha pretendido sustituir el hambre de alimento eterno por cantidades ingentes de objetos superfluos. Los cristianos tendremos que movernos, salir de la indiferencia y ser signo para los demás.

Juan 6, 22-29
Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar.
Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?»
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús:
«La obra de Dios es Esta: que creáis en el que él ha enviado».

domingo, 26 de abril de 2020

Déjate encontrar...


III Domingo de Pascua
Cada uno de nosotros sabe perfectamente de qué huimos. No eran los discípulos de Emaús a los miedos, muchas veces propios, que nos invitan a abandonar, a rendirnos. Como ellos que por incomprensión temor, apego a la propia existencia decidieron huir del centro de la polémica. Hoy nosotros seguimos huyendo cada vez que en nuestra vida se presentan dificultades, preguntas que intimidan… Vayamos al encuentro del Resucitado. Él hace que nuestra vida encuentre su centro de gravedad y se sostenga.

Lucas 24, 13-35
Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén nos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué?».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea a donde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

sábado, 25 de abril de 2020

Id...


San Marcos Evangelista. Sábado de II Semana de Pascua
La fuerza del Resucitado reside en su vitalidad transformadora. El encuentro personal con cada discípulo transforma y fortalece. El encuentro con toda la comunidad cristiana empuja irremediablemente hacia la misión. Cristo no deja indiferente. Cristo no deja inmóvil. Quien recibe un regalo tan grande no puede esconderlo.

Marcos 16, 15-20
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo:
«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

viernes, 24 de abril de 2020

Tienes hambre...


Viernes de II Semana de Pascua
Este evangelio es de todos conocido. Jesús se adelanta a las demandas de los hombres y toma la iniciativa atendiendo sus necesidades. El hombre tiene hambre. Es el Señor quien llena y colma esa hambre del ser humano. Hoy también el Resucitado se adelanta a nuestras demandas, nos interpela y descubre nuestras necesidades. Pero ¿nosotros hoy sentimos esas necesidades? Estamos hambrientos, pero ¿sabemos identificar de qué necesitamos ser saciados? ¿Cuántas agendas vacías de sentido llenan nuestra vida cotidiana?

Juan 6, 1-15
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero, ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

jueves, 23 de abril de 2020

Acompañados y acompañantes...


Vivimos tiempos extraños. Tiempo de hogar, pero tiempos de amarga soledad, especialmente en momentos fundamentales para la existencia humana y, en consecuencia, para la vida de fe. Hoy os presentamos un libros breve, sencillo y, al tiempo intenso, que aborda una de las máximas tragedias en el tiempo que vivimos, el dolor de la separación, de la muerte, la vida en el duelo vivida desde la esperanza cristiana.
Este libro quiere ofrecer a quien lo lea la luz de la fe y de la esperanza cristiana. Es una pequeña ayuda, pues no quisiera que pasáramos por este momento histórico sin poder acompañar desde esta perspectiva trascendente y sobrenatural a quienes sufren en estos momentos el vacío y el dolor por la ausencia de un ser querido. La comunidad cristiana se siente llamada especialmente a acompañar a las personas en estas circunstancias.
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Necrológica: La Hiniesta


En medio de esta excepcional situación que estamos viviendo, es nuestro deber, como Hijos de Dios y miembros de la Iglesia, dirigir a Dios nuestra oración por nuestros difuntos. Hoy ha fallecido Don Cipriano Mangas Sánchez. Ante la imposibilidad de celebrar el funeral y orar juntos, como solemos hacer, os dejamos aquí una oración por el eterno descanso de nuestro hermano.
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Veraz...


Jueves de II Semana de Pascua
No hay mejor acercamiento al Padre que a través del Hijo. Es Jesús quien nos da a conocer la esencia de Dios. Los judíos contemporáneos de Jesús no parecían fiarse de las palabras de Jesús. Sin embargo, nosotros hoy no tenemos excusa para la desconfianza. La resurrección certifica que la obra de Jesucristo es la obra del Padre.

Juan 3, 31-36
El que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.
El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

miércoles, 22 de abril de 2020

La luz vino...


Miércoles de II Semana de Pascua
El proyecto de Dios para nuestra vida no coincide a veces con nuestras expectativas ni con nuestra búsqueda de certezas. Dios nos descabalga de nuestras seguridades y supera con creces nuestras previsiones. Por ello es fundamental dejarse iluminar por la luz que la Palabra de Dios da a nuestra propia vida, a nuestros problemas y nuestras esperanzas.

Juan 3, 16-21
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

martes, 21 de abril de 2020

Lenguaje...


Martes de II Semana de Pascua
La respuesta de fe que pide el Señor exige ir más allá del entendimiento y de la razón. Exige ahondar en el corazón humano, en el interior más profundo. A veces la sabiduría humana puede convertirse en un obstáculo para acoger desde la humildad la Palabra de Dios. Dios habla un lenguaje que sorprende...

Juan 3, 5a. 7b-l 5
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».
Nicodemo le preguntó:
«¿Cómo puede suceder eso?».
Le contestó Jesús:
« ¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? En verdad, en verdad te digo: hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna».

lunes, 20 de abril de 2020

Los nuevos Nicodemos...


Lunes de II Semana de Pascua
Cualquiera de nosotros puede ser hoy Nicodemo. Un hombre abierto a entender la realidad con los cinco sentidos. Pero un hombre al que le cuesta ir más allá. Le cuesta percibir que tras el encuentro verdadero con Jesús pueda surgir un hombre radicalmente nuevo. Se trata de una nueva forma de vida, un nuevo modo de existir desde la óptica de Dios. Una nueva forma de ser en el mundo con un nuevo orden de prioridades. Hoy se insiste en que saldremos de esta crisis pero que el mundo será otro. El mundo será lo que nosotros nos empeñemos en construir. ¿Qué queremos construir y desde qué prioridades? Lo tendremos que decidir…

Juan 3, 1-8
Había un hombre del grupo de los fariseos llamado Nicodemo, jefe judío. Este fue a ver a Jesús de noche y le dijo:
«Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios».
Nicodemo le pregunta:
«¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer? ».
Jesús le contestó:
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».

domingo, 19 de abril de 2020

Sin gestos...


II Domingo de Pascua
Jesús increpó en varias ocasiones a los fariseos y escribas la necesidad de signos visibles que exigían para tener fe. La fe es un don, un regalo que no necesita de gestos visibles. La fe se alimenta en el encuentro personal con Dios vivido en la comunidad de la Iglesia. Por eso Cristo interpela a Tomás, porque no parece estar en sintonía con el resto y con la respuesta de fe esperada. Puede que a nosotros también nos interpele hoy el Señor. Aquellos gestos habituales de nuestras celebraciones se han esfumado por la crisis del coronavirus. Ahora más que nunca necesitamos seguir alimentando nuestra fe a través del encuentro con el Resucitado.

Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

sábado, 18 de abril de 2020

No la creyeron...


Sábado de la Octava de Pascua
Dicen que el miedo paraliza, obstaculiza, no deja ver con claridad. El temor no deja a nuestro interior sentir y experimentar con claridad. Además es enemigo de la confianza, de la fe. Es Jesús mismo quien tiene que ir al encuentro de los once para que crean. No creyeron a los testigos de la resurrección y, sin embargo, el Resucitado les pide que sean testigos, que confíen y anuncien a los demás lo que han experimentado. Ese es nuestro papel de testigos, anunciar a los demás que Cristo ha resucitado.

Marcos 16, 9-15
Jesús, resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando.
Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo.
También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo:
«ld al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación».

viernes, 17 de abril de 2020

Almorzad...


Viernes de la Octava de Pascua
Reconocer al Resucitado pasa por la experiencia de encuentro con él. Los ojos tienen que estar dispuestos para mirar, pero el corazón abierto para acoger. Jesús se hace presente en medio del grupo de discípulos, en el seno de la Iglesia, con Pedro a la cabeza y Juan (el discípulo amado) siembre atento. Pero el encuentro se transforma en un reencuentro con el Jesús que compartió mesa y que multiplicó el pan y los peces. Ahora es Cristo el Señor quien da vida a la primera comunidad. ¿Dónde buscamos el alimento de nuestros encuentros?

Juan 21, 1-14
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

jueves, 16 de abril de 2020

Necrológica: La Hiniesta

En medio de esta excepcional situación que estamos viviendo, es nuestro deber, como Hijos de Dios y miembros de la Iglesia, dirigir a Dios nuestra oración por nuestros difuntos. Hoy ha fallecido Don Lorenzo Lozano Domínguez. Ante la imposibilidad de celebrar el funeral y orar juntos, como solemos hacer, os dejamos aquí una oración por el eterno descanso de nuestra hermana.
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Creían ver un espíritu...


Jueves de la Octava de Pascua
Cristo resucitado continúa despejando las dudas de los creyentes. El encuentro verdadero con el resucitado disipa todas las dudas. Y no es cuestión de la euforia inicial del reencuentro. No. El encuentro auténtico y personal hace entender la misión completa de Jesús. Ello supone un bautismo de fuego para el creyente al convertirlo en “testigo” cualificado y partícipe de la misión de toda la Iglesia. Parece que esto se nos puede olvidar, por eso es fundamental cultivar íntimamente la relación con el Señor. A través de la Escucha de la Palabra y de la oración podemos seguir cerca del Resucitado en estos tiempos de confinamiento.

Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y le dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

miércoles, 15 de abril de 2020

Necrológica: Palacios del Pan

En medio de esta excepcional situación que estamos viviendo, es nuestro deber, como Hijos de Dios y miembros de la Iglesia, dirigir a Dios nuestra oración por nuestros difuntos. Hoy ha fallecido Doña Felicidad José Rodríguez. Ante la imposibilidad de celebrar el funeral y orar juntos, como solemos hacer, os dejamos aquí una oración por el eterno descanso de nuestra hermana.
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Los discípulos que se distanciaban...


Miércoles de la Octava de Pascua
Cada uno de nosotros sabe perfectamente de qué huimos. No eran los discípulos de Emaús a los miedos, muchas veces propios, que nos invitan a abandonar, a rendirnos. Como ellos que por incomprensión temor, apego a la propia existencia decidieron huir del centro de la polémica. Hoy nosotros seguimos huyendo cada vez que en nuestra vida se presentan dificultades, preguntas que intimidan… Vayamos al encuentro del Resucitado. Él hace que nuestra vida encuentre su centro de gravedad y se sostenga.

Lucas 24, 13-35
Aquel mismo día, el primero de la semana, dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabe lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué?».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrará así en su gloria?»
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él hizo simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

martes, 14 de abril de 2020

Fue y anunció a los discípulos...


Martes de la Octava de Pascua
Lo que estamos viendo en los relatos evangélicos que nos anuncian la resurrección del Señor guarda un hilo conductor. La nueva presencia del Resucitado transforma la vida de los testigos. Temeroso, tristes, abatidos acuden al lugar del dolor, de la despedida. Al encontrarse con el sepulcro vacío se abren nuevas expectativas, pero lo que realmente transforma a los testigos es el encuentro con el Señor Resucitado. Acto seguido el Miso Jesucristo pide que no se cierren las bocas, que no teman, que griten a los cuatro vientos la buena noticia. Lo mismo que hoy el Resucitado nos sigue pidiendo.

Juan 20, 11-18
En aquel tiempo, estaba María fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
«Mujer, ¿por qué lloras?».
Ella les contesta:
«Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Dicho esto, se vuelve y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?».
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
«Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré».
Jesús le dice:
«¡María!».
Ella se vuelve y le dice:
«¡Rabboni!», que significa: «¡Maestro!».
Jesús le dice:
«No me retengas, que todavía no he subido al Padre. Pero, anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro”».
María Magdalena fue y anunció a los discípulos:
«He visto al Señor y ha dicho esto».

lunes, 13 de abril de 2020

Mujeres...


Lunes de la Octava de Pascua
Los primeros testigos de la resurrección fueron las mujeres. Precisamente aquellas que en la sociedad de la época de Jesús no contaban para nada, ni para nadie. Los desahuciados de este mundo se convierten en los primeros destinatarios de las acciones de Dios. No deberíamos olvidarlo. Dios se muestra a quienes desde la humildad disponen su corazón. Responde con dos emociones: la alegría y el miedo. Precisamente a ese miedo es al que Jesucristo se dirige: “no temáis”. La Palabra de Dios es directa al corazón humano, también hoy. No temas.

Mateo 28, 8-15
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.
Jesús les dijo:
«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles:
«Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.»
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

domingo, 12 de abril de 2020

Necrológica: Piedrahíta de Castro

En medio de esta excepcional situación que estamos viviendo, es nuestro deber, como Hijos de Dios y miembros de la Iglesia, dirigir a Dios nuestra oración por nuestros difuntos. Hoy ha fallecido Don Germán Heredero Enríquez. Ante la imposibilidad de celebrar el funeral y orar juntos, como solemos hacer, os dejamos aquí una oración por el eterno descanso de nuestra hermana.
Haz Clic en la imagen para unirte a toda la Iglesia en oración por nuestro hermano Germán


No temáis... Alegraos...


Domingo de Resurrección
Ante el miedo, el fracaso y la desesperanza, el sepulcro vacío es la certificación de que la misión de Jesús es la Misión del Padre. Dios Padre no abandona a su hijo, por muy duro que pareciese la mañana del viernes. Dios no abandona. El Padre ejecuta su obra de amor con la resurrección del Hijo. Es la prueba definitiva. Por eso los discípulos vieron y creyeron. Miremos nosotros y creamos. No temáis.

Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. »
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

viernes, 10 de abril de 2020

Reza con el Papa Francisco el vía crucis desde el Vaticano


Dios se hizo silencio...


Viernes Santo
El amor de Dios se hizo real, palpable, concreto… Pero el grito de la humanidad torno en silencio la voz de Dios. Solo el alma temerosa de los creyentes se ahogó en un mar de dudas y esperanzas inacabadas… Desde atrás las voces de éxito de la muerte no se apagaban… Atrapados entre lo que esperábamos y el aparente fracaso, oremos con intensidad.

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1-19, 42
Cronista:
En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el que lo iba a entregar, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando una cohorte y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ - «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. - «A Jesús, el Nazareno».
C. Les dijo Jesús:
+ - «Yo soy».
C. Estaba también con ellos Judas, el que lo iba a entregar. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ - «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. - «A Jesús, el Nazareno».
C. Jesús contestó:
+ - «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mi, dejad marchar a estos».
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste».