miércoles, 30 de septiembre de 2020

Te seguiré...

 Miércoles de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario

Las exigencias del seguimiento del Señor no son fáciles. Seguir a Cristo exige renuncias, como consecuencia de haber optado por quien te llena y te hace feliz.


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Lucas 9, 57-62

En aquel tiempo, mientras Jesús y sus discípulos iban de camino, le dijo uno:

«Te seguiré adondequiera que vayas».

Jesús le respondió:

«Las zorras tienen madriguera, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».

A otro le dijo:

«Sígueme».

Él respondió:

«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».

Le contestó:

«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».

Otro le dijo:

«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».

Jesús le contestó:

«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».

martes, 29 de septiembre de 2020

Has de ver cosas mayores...

  Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Martes de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario

Los discípulos han recibido la gracia de reconocer a Jesús como el Hijo de Dios. No es fruto de un esfuerzo humano, es un don de Dios. En Jesús los discípulos reconocen al único y verdadero mediador entre Dios y los hombres. Pedir a Dios esta gracia es fruto de la conversión a la que estamos llamados.


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Juan 1, 47-51

En aquel tiempo, vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:

«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».

Natanael le contesta:

«¿De qué me conoces?».

Jesús le responde:

«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».

Natanael respondió:

«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».

Jesús le contestó:

«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».

Y le añadió:

«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

lunes, 28 de septiembre de 2020

Lo más importante...

 Lunes de la XXVI Semana del Tiempo Ordinario

La importancia, según los hombres, se traduce en éxito, primeros puestos, fama, prestigio… pero los primeros puestos, según el Dios de Jesucristo, serán para aquellos que estén dispuestos a servir más y mejor.


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Lucas 9, 46-50

En aquel tiempo, se suscitó entre los discípulos una discusión sobre quién sería el más importante.

Entonces Jesús, conociendo los pensamientos de sus corazones, tomó de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo:

«El que acoge a este niño en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. Pues el más pequeño de vosotros es el más importante».

Entonces Juan tomó la palabra y dijo:

«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir».

Jesús le respondió:

«No se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro».

domingo, 27 de septiembre de 2020

Los publicanos y las prostitutas le creyeron...

 XXVI Domingo del Tiempo Ordinario

Jesús denuncia la actitud rácana de los sacerdotes y ancianos del pueblo judío. Ellos eran conocedores de la tradición y los profetas, pero se mostraron desconfiados con la intervención de Dios. Los humildes, los sencillos, los que buscan y los que necesitan salvación abrieron el corazón a la Palabra de Dios. Y nosotros… ¿ya nos sentimos salvados? ¿o seguimos buscando?


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Mateo 21, 28-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después se arrepintió y fue.

Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue.

¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?»

Contestaron:

«El primero».

Jesús les dijo:

«En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis».

sábado, 26 de septiembre de 2020

Les daba miedo preguntar...

 Sábado de la XXV Semana del Tiempo Ordinario

De la admiración al desconcierto. Empapados del éxito del Señor, los discípulos no son capaces de entender la verdadera naturaleza de la Misión de Jesús ni el inevitable camino del siervo sufriente. Encajar la pasión como medio para alcanzar la gloria no entra en los planes de los seguidores del Señor, pero, ¿entra en los nuestros?


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Lucas 9, 43b-45

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:

«Meteos bien en los oídos estas palabras: al Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».

Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no captaban el sentido.

Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

viernes, 25 de septiembre de 2020

Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Viernes de la XXV Semana del Tiempo Ordinario

 

Tras la admiración de los poderosos ante las obras que hace Jesús, viene la pregunta más intensa y personal de todas: ¿para ti quien es este Jesús? De la respuesta a esta cuestión depende todo lo demás…


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Lucas 9, 18-22

Una vez que Jesús estaba orando solo, lo acompañaban sus discípulos y les preguntó:

«¿Quién dice la gente que soy yo?»

Ellos contestaron:

«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha resucitado uno de los antiguos profetas».

Él les preguntó:

«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?».

Pedro respondió:

«El Mesías de Dios».

Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. porque decía:

«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».

jueves, 24 de septiembre de 2020

¿Quién es este...?

 Jueves de la XXV Semana del Tiempo Ordinario

La sorpresa de Herodes se convierte en desconcierto. Incluso quien no esperaba se siente admirado por la presencia del Hijo de Dios. Es el inicio de las grandes preguntas. Y, en consecuencia, del deseo de conocer.


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Lucas 9, 7-9

En aquel tiempo, el tetrarca Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros en cambio, que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.

Herodes se decía:

«A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?».

Y tenía ganas de verlo.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Se pusieron en camino...

San Pío de Pietrelcina Miércoles de la XXV Semana del Tiempo Ordinario

No puede haber palabras más apropiadas para el momento que nos ha tocado vivir. Cuando habíamos construido nuestra vida sobre los bienes materiales, sobre las riquezas y la acumulación, resulta que la pandemia que estamos viviendo nos ha dado a entender que todo eso sirve de poco. Caminamos a la intemperie, rodeados de incertidumbres y necesitados de certezas. Jesucristo se revela como el único que es capaz de llenarnos de esperanza y de certezas.


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Lucas 9, 1-6

En aquel tiempo, habiendo convocado Jesús a los Doce, les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades.

Luego los envió a proclamar el reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles:

«No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco tengáis dos túnicas cada uno.

Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.

Y si algunos no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, como testimonio contra ellos».

Se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.

martes, 22 de septiembre de 2020

Mi madre y mis hermanos...

 Martes de la XXV Semana del Tiempo Ordinario

La familia de los nuevos hijos de Dios transciende los límites de la sangre. Aceptar la llamada de Dios y acoger su palabra conducen, irremediablemente a la fraternidad. Una fraternidad que se hace concreta en la comunidad cristiana.


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Lucas 8, l9-21

En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus hermanos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él.

Entonces lo avisaron:

«Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte».

Él respondió diciéndoles:

«Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».

lunes, 21 de septiembre de 2020

No he venido a llamar a justos...

San Mateo, Apóstol y Evangelista Lunes de la XXV Semana del Tiempo Ordinario

Tiene que quedar clara la posición de Dios. No ha medias tintas. No podemos hacer a Dios a nuestra medida. Por eso Jesús nos revela poco a poco el verdadero rostro del Padre. No ha venido el Hijo a sentarse con los justos, sino a llamar a los necesitados de curación. Quizá esto nos chirría, porque se está más a gusto entre los que no molestan…


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Mateo 9, 9-13

En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:

«Sígueme».

Él se levantó y lo siguió.

Y estando en la casa, sentado en la mesa, muchos publicanos y pecadores, que habían acudido, se sentaban con Jesús y sus discípulos.

Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos:

«¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?».

Jesús lo oyó y dijo:

«No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos, sino a los pecadores».

domingo, 20 de septiembre de 2020

No te hago ninguna injusticia...

 XXV Domingo del Tiempo Ordinario

Una de las tentaciones más grandes del cristiano es hacer que Dios diga y haga aquello que a nosotros nos gustaría escuchar y hacer. Pero no es así. Al igual que Dios respeta profundamente la libertad humana, él es plenamente libre y se mueve por sus propios criterios, los de amor, la gracia y la misericordia. Pero, ¿y nosotros? ¿por qué criterios nos movemos?


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Mateo 20, 1-16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:

“Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido”

Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:

“¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”.

Le respondieron:

“Nadie nos ha contratado”.

Él les dijo:

“Id también vosotros a mi viña”.

Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz:

“Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”.

Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.

Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo:

“Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”.

Él replicó a uno de ellos:

“Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”.

Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».

viernes, 18 de septiembre de 2020

Acompañado por algunas mujeres...

 Viernes de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario

La propuesta de Jesús no deja a nadie indiferente. Pero su atrevimiento resultaba escandaloso para la época. Jesús no solo dirigió la buena nueva a los hombres en una sociedad patriarcal. Jesús abre un horizonte novedoso al incorporar mujeres entre sus seguidores. Dios es así. No excluye, sino que dignifica al ser humano. Da igual el género, pues todos son hijos de Dios, todos son destinatarios de la misión del Señor.


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Lucas 8, 1-3

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios, acompañado por los Doce y por algunas mujeres, que habían sido curadas de espíritus malos y de enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

jueves, 17 de septiembre de 2020

¿Cuál de los dos amará más?

  Jueves de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario

La misericordia de Dios no es la justicia de los hombres. Mientras los hombres medimos con varas estrictas aquello que nos disgusta, Dios mira con amor al ser humano. Y la mirada del amor va más allá de la venganza, del revanchismo, del ojo por ojo. En esa mirada es en la que nos debemos fijar.

  

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Lucas 7, 36-50

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él y, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. En esto, una mujer que había en la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino trayendo un frasco de alabastro lleno de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con las lágrimas, se los enjugaba con los cabellos de sus cabeza, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo:

«Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, pues es una pecadora».

Jesús respondió y le dijo:

«Simón, tengo algo que decirte».

Él respondió:

«Dímelo, maestro».

Jesús le dijo:

«Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?».

Respondió Simón y dijo:

«Supongo que aquel a quien le perdonó más».

Le dijo Jesús:

«Has juzgado rectamente».

Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:

«¿Ves a esta mujer? He entrado en tu casa y no me has dado agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de paz; ella, en cambio, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados han quedado perdonados, porque ha amado mucho, pero al que poco se le perdona, ama poco».

Y a ella le dijo:

« Han quedado perdonados tus pecados».

Los demás convidados empezaron a decir entre ellos:

«¿Quién es este, que hasta perdona pecados?».

Pero él dijo a la mujer:

«Tu fe te ha salvado, vete en paz».

miércoles, 16 de septiembre de 2020

Hemos tocado la flauta...

San Cornelio y San Cipriano  Miércoles de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario

A pesar de ser una de las sociedades más avanzadas y con mayor acceso al conocimiento, seguimos sin escuchar lo verdaderamente importante. Nos vaciamos en lo superfluo y olvidamos lo que de verdad aporta sentido a nuestra vida. En esta contradicción nos encontramos…


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Lucas 7, 31-35

En aquel tiempo, dijo el Señor:

« ¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes?

Se asemejan a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros aquello de:

“Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado".

Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís: “Tiene un demonio”; vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.

Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón».

martes, 15 de septiembre de 2020

La recibió como algo propio...

La Virgen de los Dolores  Martes de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario

Las relaciones familiares van más allá de los lazos de sangre para los cristianos. La fraternidad que une el amor al Señor toma cuerpo en el compromiso real y concreto de todos los seguidores del Señor. A pesar de las diferencias, de las distintas sensibilidades, la Iglesia es Madre que acoge, a ejemplo de nuestra Madre

 


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Juan 19, 25-27

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.

Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que tanto amaba, dijo a su madre:

«Mujer, ahí tienes a tu hijo»

Luego, dijo al discípulo:

«Ahí tienes a tu madre».

Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.

lunes, 14 de septiembre de 2020

Para que el mundo se salve...

La Exaltación de la Santa Cruz  Lunes de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario

Dios toma la iniciativa en la Historia de la Salvación. Su amor se transforma en compromiso y entrega generosa por el hombre. No hay mayor muestra de amor. La cruz se transforma de máquina del horror a signo del compromiso libre de Dios con el ser humano.

 


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Juan 3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tengan vida eterna.

Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios».

domingo, 13 de septiembre de 2020

Si mi hermano me ofende...

  XXIV Domingo del Tiempo Ordinario

Si algo nos construye como seres humanos y como hermanos, es la capacidad para ponernos en el lugar del otro y ser capaces de entender y perdonar lo que nos hacen. Pero el perdón no es solo el fruto de un esfuerzo humano… es un regalo que Dios nos hace. Sentirnos perdonados nos hace más misericordiosos con los demás. Por eso la experiencia del perdón es tan importante.


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Mateo 18, 21-35

En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:

«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?»

Jesús le contesta:

«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.

El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:

“Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo”.

Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo:

“Págame lo que me debes”.

El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo:

“Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré”.

Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:

“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”

Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

sábado, 12 de septiembre de 2020

No hay árbol bueno que dé fruto malo...

Sábado de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario

 

Las acciones y actitudes humanas reflejan lo que somos. Es difícil comunicar lo que no se siente. Sin embargo, es muy fácil darnos a conocer como somos, por más que lo ocultemos. Queremos dar buenos frutos, pues tendremos que abonar nuestras raíces, abrir nuestro corazón y dejarnos convertir por Dios.

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Lucas 6, 43-49

En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos:

«No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.

El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca.

¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?

Todo el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida.

El que escucha y no pone en práctica se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y en seguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa».

viernes, 11 de septiembre de 2020

¿Por qué te fijas...?

Viernes de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario

 

No es raro que en muchas ocasiones de nuestra vida utilicemos diferentes varas para medir los comportamientos. Aceptamos en nuestras propias vidas cosas que repudiamos de los demás. El Señor nos pide que pongamos especial atención. Que seamos misericordiosos, como él lo es,  que procuremos movernos en el ámbito de la coherencia. Pero ¿en qué espejo fijarnos? En el Señor.

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Lucas 6, 39-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:

«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

No está un discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano».

jueves, 10 de septiembre de 2020

Amad...

Jueves de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario

 

Jesucristo presenta un programa increíble para alcanzar la felicidad. El amor en todas sus consecuencias. Un amor que no conoce las barreras de las diferencias. Un amor sin fronteras. Un amor que transciende los propios egoísmos. Un amor capaz de construir una nueva humanidad asentada en la fraternidad. Pero un amor difícil de hacer real y palpable, aunque no imposible.


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Lucas 6, 27-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«A vosotros los que me escucháis os digo: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os calumnian.

Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.

Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo.

Y si prestáis a aquellos de los que esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.

Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos.

Sed compasivos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros».


miércoles, 9 de septiembre de 2020

Felices...

Miércoles de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario

 

Frente a la felicidad la hipocresía. El centro del mensaje de Jesucristo es la incesante y verdadera búsqueda de la felicidad, que no radica en la saciedad, ni en la acumulación, ni en la fama… La felicidad se asienta en vivir una vida auténtica de concordia contigo mismo, con Dios y con los otros. Una vida fraterna desde los lazos de la fe…

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Lucas 6, 20-26

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:

«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.

Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.

Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.

Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya habéis recibido vuestro consuelo.

¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!

¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!

¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».