¡Qué difícil es poner límites! Inmersos en la vida diaria, a
los cristianos se nos va la vida entre dos tensiones inherentes a nuestra fe.
Vivimos y nos comprometemos con este mundo imperfecto, al tiempo que esperamos
alcanzar y hacer patente el Reino de Dios. Por eso, a nuestro lado y en
nosotros mismos, crecen a la vez los brotes de esperanza y la cizaña de la
tentación…
Mateo 13, 24-30
En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola al gentío:
El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró
buena semilla en su campo; pero, mientras los hombres dormían, un enemigo fue y
sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se
formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a
decirle al amo:
Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde
sale la cizaña?
Él les dijo:
Un enemigo lo ha hecho.
Los criados le preguntaron:
¿Quieres que vayamos a arrancarla?
Pero él les respondió:
No, que al recoger la cizaña
podéis arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega, y
cuando llegue la siega diré a los segadores: arrancad primero la cizaña y atadla
en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.
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