sábado, 16 de febrero de 2019

La gente comió hasta quedar saciada...


La multiplicación de los panes es uno de los milagros más conocidos y significativos de Jesús. Su simbolismo eucarístico es evidente. La multitud hambrienta busca ser saciada. Es el pan que da Jesús es que nos sacia. El discurso de la montaña de este próximo domingo nos insiste en los sedientos y hambrientos, su dicha es que serán saciados. Pero ¿de qué tenemos sed nosotros? ¿De qué esperamos que Dios nos salve?
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Marcos 8, 1-10
Por aquellos días, como de nuevo se había reunido mucha gente y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y si los despido a sus casas en ayunas, van a desmayar por el camino. Además, algunos han venido desde lejos»
Le replicaron sus discípulos:
«¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado, para saciar a tantos?».
Él les preguntó:
«¿Cuántos panes tenéis?».
Ellos contestaron:
«Siete».
Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente.
Tenían también unos cuantos peces; Jesús pronunció sobre ellos la bendición, y mandó que los sirvieran también.
La gente comió hasta quedar saciada y de los trozos que sobraron llenaron siete canastas; eran unos cuatro mil y los despidió; y enseguida montó en la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.

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