Santa Isabel de Hungría Martes de la XXXIII
Semana del Tiempo Ordinario
El jefe de los publicanos y rico, resulta que no lo
tenía todo. Algo le faltaba y estaba buscando. Y se ayudó de un árbol para
poder acercarse al Señor. Cristo lo miró, lo llamó y llenó el vacío existencial
que había en su vida. Se poco sirvió la riqueza o el poder… El encuentro con
Cristo lo transformó. Y nosotros, ¿andamos buscando? ¿Estamos saciados?
Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba
atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos
y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío,
porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro
para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y
dijo:
«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que
hoy me quede en tu casa».
Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los
pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús le dijo:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
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