Viernes de la XI Semana de Ordinario
En no pocas ocasiones ponemos
nuestro interés en cosas materiales, incluso en ideales que con el tiempo
percibimos que no nos llenan, no nos aportan nada y nos vacían por dentro.
Somos, quizá por naturaleza, seres insatisfechos. Pero es verdad que hay
aspectos de nuestra vida que dotan de sentido a nuestra existencia, dan un
significado a todo lo que hacemos. Eso es lo que hay que buscar. Y normalmente
no coincide con la riqueza, ni con la acumulación de bienes ni con el sentido
de la propiedad. Nos llena sentirnos dueños de nuestra vida. Sentir luz. Y
Jesucristo nos aporta ese motor interior que nos inclina a la felicidad.
Aprovechémoslo.
Mt 6,19-23
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos:
«No atesoréis para vosotros
tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen y donde los
ladrones abren boquetes y los roban.
Haceos tesoros en el cielo, donde
no hay polilla ni carcoma que los roen, ni ladrones que abren boquetes y roban.
Porque donde está tu tesoro, allí estará tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo.
Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; pero si tu ojo está enfermo,
tu cuerpo entero estará a oscuras. Si, pues, la luz que hay en ti está oscura,
¡cuánta será la oscuridad!».
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