Santo Toribio de Mogrovejo
Cuando decimos que la
misericordia de Dios es infinita, quizá nos cueste entenderlo. Por eso Jesús
utiliza esta parábola. Dios ama a los hombres hasta el extremo de respetar las
decisiones tomadas libremente por el ser humano. Pero acoge con los brazos
abiertos el regreso del hombre que se reconoce pecador. Y su acogida de amor no
es para humillación del hombre, sino para transformarlo en alguien nuevo. Dios
hace que el hombre recupere su dignidad.
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Lc 15,1-3.11-32
En aquel tiempo, solían acercarse
a Jesús todos los publica-nos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y
los escribas murmuraban entre ellos:
- «Ése acoge a los pecadores y
come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
-«Un hombre tenía dos hijos; el
menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la
fortuna." El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo
menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su
fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella
tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto
le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar
cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos;
y nadie le daba de comer.
Recapacitando entonces, se dijo:
"Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí
me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre,
he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo:
trátame como a uno de tus jornaleros."
Se puso en camino adonde estaba
su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y,
echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo:
"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo
tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor
traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed
el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío
estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron el banquete. Su hijo
mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música
y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le
contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado,
porque lo ha recobrado con salud."
Él se indignó y se negaba a
entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre:
"Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya,
a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y
cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres,
le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre
estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano
tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»
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