Miércoles de la XIX Semana del Tiempo Ordinario
Qué necesario traer a este tiempo este relato del
Evangelio de Mateo. En medio de los brotes de odio, de las diferencias
sociales, aparentemente insalvables, de la desigualdad ahondada con discursos
que dividen, nos encontramos con una lección maravillosa. Dios nos pide que
seamos pacientes, que unamos y no dividamos. Que seamos mediadores. Que seamos
capaces de ponernos en el lugar del otro. ¡Qué oportuno!
Mateo 18,
15-20
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si tu hermano peca contra ti, repréndelo estando los
dos a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso,
llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca
de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no
hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un
publicano.
En verdad os digo que todo lo que atéis en la tierra
quedará atado en los cielos, y todo lo que desatéis en la tierra quedará
desatado en los cielos.
Os digo, además, que si dos de vosotros se ponen de
acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en los
cielos. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en
medio de ellos».
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