San Maximiliano Kolbe - Viernes de la XIX
Semana del Tiempo Ordinario
Los discípulos reciben de Jesús una nueva enseñanza.
El amor transciende los convencionalismos y las normas impuestas por los
hombres. Más allá de la casuística del matrimonio, Jesús introduce el amor como
criterio fundante de las relaciones humanas. Más aún, introduce una nueva forma
de entender la entrega generosa por amor al Reino de Dios, los que aman y se
entregan a los demás en una vida que no es el matrimonio. Esa es la clave de
nuestra vida de discípulos, el amor.
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Mateo 19, 3-12
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y
le preguntaron, para ponerlo a prueba:
«¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier
motivo?».
El les respondió:
«¿No habéis leído que el Creador, en el principio, los
creó hombre y mujer, y dijo: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre,
y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”? De modo que ya no son
dos, sino una sola carne.
Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el
hombre».
Ellos insistieron:
«¿Y por qué mandó Moisés darle acta de divorcio y
repudiarla?».
Él les contestó:
«Por la dureza de vuestro corazón os permitió Moisés
repudiar a vuestras mujeres; pero, al principio, no era así. Pero yo os digo
que, si uno repudia a su mujer - no hablo de unión ilegítima - y se casa con
otra, comete adulterio».
Los discípulos le replicaron:
«Si esa es la situación del hombre con la mujer, no
trae cuenta casarse».
Pero él les dijo:
«No todos entienden esto, solo los que han recibido
ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los
hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos ellos mismos por el reino
de los cielos. El que pueda entender, entienda».
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