Viernes de la XXII Semana del Tiempo Ordinario
Caemos con facilidad en la afirmación de que hubo
tiempos mejores. Olvidamos que el tiempo que nos ha tocado vivir es también un
tiempo de gracia, un tiempo en el que Dios se revela y se da a conocer, un tiempo
en el que la misión que el Señor nos ha encomendado tiene pleno sentido. Ante
ese tiempo siempre nuevo, el cristiano debe saber ver las huellas de Dios en
cada tiempo.
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Lucas 5, 33-39
En aquel tiempo, los fariseos y los escribas dijeron a
Jesús:
«Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los
de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber».
Jesús les dijo:
«¿Acaso podéis hacer ayunar a los invitados a la boda
mientras el esposo está con ellos? Llegarán días en que les arrebatarán al
esposo, entonces ayunarán en aquellos días».
Les dijo también una parábola:
«Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para
ponérsela a un manto viejo; porque, si lo hace, el nuevo se rompe y al viejo no
le cuadra la pieza del nuevo.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque, si lo
hace, el vino nuevo reventará los odres y se derramará, y los odres se
estropearán.
A vino nuevo, odres nuevos.
Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá:
“El añejo es mejor”».
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