La Natividad de la Virgen María. Martes de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario
Ante el misterio insondable de Dios, José no acaba de entender todo lo que está ocurriendo. Su mirada, con ojos exclusivamente humanos, no ven más allá. Es Dios quien toma la iniciativa y se acerca a José pidiéndole que no tema. El miedo paraliza y ahoga la disponibilidad del hombre. La fe y la libertad engrandecen al ser humano y lo abren a nuevos horizontes.
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Mateo 1, 18-23
La generación de Jesucristo fue de esta manera:
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por medio del profeta:
«Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa "Díos-con-nosotros"».
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