Fiesta de la Natividad del Señor
La
alegría es desbordante. Tanto tiempo esperando… Y por fin ha llegado. Dios se
ha hecho uno de los nuestros. Dios ya no es lejano, ni ajeno a nosotros… Nunca
lo fue. Pero hoy se ha hecho hombre. Carne de nuestra carne y huesos de
nuestros huesos. Libremente ha decidido caminar a nuestro lado. Alégrate y
levanta. Empieza a caminar. En la sencillez de una familia humilde Dios se ha
encarnado.
Juan 1. 1-18
En
el principio existía el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era
Dios.
Él
estaba en el principio junto a Dios.
Por
medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En
él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la
luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió
un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para
dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No
era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El
Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En
el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino
a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero
a cuantos la recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en
su nombre.
Estos
no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que
han nacido de Dios.
Y el
Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria:
gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan
da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene
detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues
de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque
la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por
medio de Jesucristo.
A
Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es
quien lo ha dado a conocer.
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