Santa Lucía, Virgen y mártir
Lunes de la III Semana de Adviento
El
corazón dispuesto y generoso que Juan preparaba fue capaz de acoger al Mesías.
Fueron los sencillos, los humildes, los mismos que escucharon a Juan, los que acogieron
a Jesucristo. Dios obra así. No les resultó tan fácil a los que tenían su mundo
de seguridades en la religión formal. Los sumos sacerdotes y fariseos no
abrieron al corazón a la novedad del Señor. Encerrados en la formalidad no
dejaron sitio a la originalidad liberadora de Cristo.
Mateo 21, 23-27
En
aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los
sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle:
«¿Con
qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?».
Jesús
les replicó:
«Os
voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también
con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o
de los hombres?».
Ellos
se pusieron a deliberar:
«Si
decimos "del cielo", nos dirá: “¿Por qué no le habéis creído?” Si le
decimos “de los hombres”, tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por
profeta».
Y
respondieron a Jesús:
«No
sabemos»
Él,
por su parte, les dijo:
«Pues
tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».
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