VI Domingo del Tiempo Ordinario
No atravesamos uno de los mejores momentos. Como sociedad
nos enfrentamos a la crisis generada por la pandemia y en las últimas semanas
asistimos a la amenaza de un conflicto bélico que, de hacerse real, será otro
fracaso del ser humano. Es urgente aunar esfuerzos por este mundo nuevo que el
Señor nos ofrece basado en la fraternidad.
Lucas 6, 17. 20-26
En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se
paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre
del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de
Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de
Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque
quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os
excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del
Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa
será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya habéis
recibido vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados!, porque tendréis
hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que
vuestros padres hacían con los falsos profetas».
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