VIII Domingo del Tiempo Ordinario
El discípulo de Cristo debe dejar a un lado la arrogancia
y la presunción. Más bien, debe cultivar la humildad, la constancia y la
transparencia. Nada como esto favorece una vida de fraternidad.
Lucas 6, 39-45
En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los
dos en el hoyo?
No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando
termine su aprendizaje, será como su maestro.
¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el
ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu
hermano: "Hermano, déjame que te saque la mota del ojo", sin fijarte
en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo,
y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol sano que dé fruto malo, ni árbol malo
que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se
recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón
saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que
rebosa del corazón habla la boca».
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