VII Domingo del Tiempo Ordinario
Al borde de una guerra en el mundo, este evangelio se
presenta como una verdadera utopía. Frente a las relaciones de exclusiva
competencia, desigualdad y violencia Jesucristo nos pide amor. Y no un amor
cualquiera. Es amor frente a odio, frente a todos aquellos muros que nos
separan, que rompen la fraternidad entre nosotros. Quizá es este un momento de
especial intensidad para llevar a nuestra vida el amor fraterno.
Lucas 6, 27-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«A vosotros los que me escucháis os digo: amad a vuestros
enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen,
orad por los que os calumnian.
Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que
te quite la capa, no le impidas que tome también la túnica. A quien te pide,
dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues,
si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman
a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito
tenéis? También los pecadores hacen lo mismo.
Y si prestáis a aquellos de los que esperáis cobrar, ¿qué
mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención
de cobrárselo.
Por el contrario, amad a vuestros enemigos, haced el bien
y prestad sin esperar nada; será grande vuestra recompensa y seréis hijos del
Altísimo, porque él es bueno con los malvados y desagradecidos.
Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso;
no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados;
perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida
generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida que midiereis se os
medirá a vosotros».
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