Martes de la VII Semana del Tiempo Ordinario
No parece que los discípulos de Jesús entendiesen el
mensaje central de su misión hasta que pasaron por la muerte del maestro y su
resurrección como Señor. Quizá ellos seguían pensando con los criterios del
judaísmo oficial, la llegada de un Mesías triunfante. Y lo fue, pero de otra
manera. Puede que a nosotros nos pase lo mismo. Los criterios sociales de
éxito, poder y riqueza se entremezclan con el Señorío del Reino de Dios.
Tendremos que discernirlo, porque el servicio suele estar reñido con los criterios
de este mundo.
Mc 9,30-37
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron
Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus
discípulos.
Les decía:
«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los
hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo
preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó:
«¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién
era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y
el servidor de todos».
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y
les dijo:
«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a
mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».
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