Miércoles de la IV Semana del Tiempo Ordinario
La propuesta de Dios se abre a la universalidad. Dios se
revela en Jesús como el Dios de todos. No pertenece en exclusiva al pueblo de
Israel.
Mc 6,1-6
En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían
sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga;
la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha
sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero,
el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas
¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de él.
Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre
sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos
enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
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