San Francisco de Asís XXVII Domingo del Tiempo Ordinario
El rechazo a Jesús de los dirigentes del pueblo
elegido, es el rechazo al designio de Dios. Otro pueblo recibirá el don para
que la Salvación que Dios ofrece a los hombres de su fruto. Nosotros estamos
ante la opción de rechazar la llegada del Reino o colaborar estrechamente en su
expansión.
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Mateo 21, 33-43
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a
los ancianos del pueblo:
«Escuchad otra parábola: Había un propietario que
plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una
torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos.
Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a
los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los
labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro
lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez,
e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose:
‘Tendrán respeto a mi hijo’.
Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: ‘Este
es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia’.
Y, agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo
mataron. Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos
labradores?».
Le contestaron:
«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará
la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a sus tiempos».
Y Jesús les dice:
«¿No habéis leído nunca en la Escritura:
"La piedra que desecharon los arquitectos es
ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro
patente"?
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino
de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos».
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