Miércoles de la Octava de Navidad
No todo el judaísmo rechaza al Mesías. Un pequeño
grupo del judaísmo, mayoritariamente alejado del judaísmo oficial reciben y
acogen la buena noticia de Dios. El niño recién nacido es luz de Israel.
Nuestra actitud humilde abre el corazón al Niño. No es la oficialidad o no de
nuestra fe, sino la disposición del corazón.
Lucas 2, 36-40
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de
Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido
siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del
templo día, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose
en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que
aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del
Señor, Jesús y sus padres volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño,
por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, y se llenó de sabiduría; y la
gracia de Dios estaba con él.