Jueves de la II Semana de Adviento
La grandeza del profeta no radica en el linaje de su
familia, ni en el dinero amontonado, ni siquiera en su poder o en la fama
adquirida. La grandeza de Juan radica en el origen de su misión, que es de
Dios, y en la coherencia de su vida. Pero los profetas no desaparecieron para
siempre. Hoy son más necesarios que nunca. Necesitamos portavoces de Dios que
hagan entrar en crisis las estructuras injustas de este mundo, pero que llenen
de esperanza nuestros corazones.
Mateo 11,
11-15
En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más
grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es
más grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista, hasta ahora el
reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Los profetas
y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que
venir, con tal que queráis admitirlo.
El que tenga oídos que oiga».
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