Sábado de la II Semana de Pascua
Barca, noche, viento recio… Todos los componentes para la inestabilidad, la duda. Así es nuestro camino. Una peregrinación vacilante, expuesta a los vaivenes del viento que sopla en cada momento. La noche que dificulta nuestro avance y de fondo el miedo que nos paraliza y esclaviza. Y el Señor que nos apacigua y da serenidad… No temáis…
Juan 6, 16-21
Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafárnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando.
Habían remado unos veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron.
Pero él les dijo:
«Soy yo, no temáis».
Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio a donde iban.
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