San Isidoro, Obispo y doctor
Martes de la II Semana de Pascua
No hemos recibido el don de la fe para guardarla de manera egoísta. Quien acoge en su corazón al Señor siente cómo su vida se transforma y eso se nota en la vida diaria. El testigo refleja la luz del Resucitado.
Mateo 5, 13-19
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielos».
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