La transfiguración del Señor
Sábado de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario
Prisas, tareas, tiempo… Y así continuamente. Nos hemos
autoimpuesto un modo de vida implacable, con un ritmo vertiginoso. Pero no.
Dios nos habla, ¿escuchamos nosotros?
Lucas 9, 28b-36
En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y
subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro
cambió y sus vestidos brillaban al resplandor.
De repente, dos hombres conservaban con él: eran Moisés y
Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar
en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se
espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres
tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía lo que decía.
Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que lo
cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.
Y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».
Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos
guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que
habían visto.
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