San Alfonso María de Ligorio, Obispo y doctor
Lunes de la XVIII Semana del Tiempo Ordinario
Jesús ve, se compadece, sana y da de comer. Esta es la
secuencia de la intervención de Dios. Un Dios que no es ajeno a la realidad
humana, que ve y reacciona. Un Dios que siente y sufre con quien padece y que
como consecuencia de lo que siente actúa, no se queda perplejo e inmóvil ante
la pantalla cuando ve que el hombre sufre. Un Dios que Sana y alimenta. ¿Cómo
decir no a este Dios?
Mateo 14, 13-21
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan
el Bautista, se marchó de allí en barca, a solas, a un lugar desierto. Cuando
la gente lo supo, lo siguió por tierra desde los poblados.
Al desembarcar vio Jesús una multitud, se compadeció de
ella y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a
decirle:
«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la
multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer».
Jesús les replicó:
«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer».
Ellos le replicaron:
«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces».
Les dijo:
«Traédmelos».
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando
los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la
bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se
los dieron a la gente. Comieron todos y se saciaron y recogieron doce cestos
llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
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