lunes, 29 de agosto de 2022

Espíritu de profecía...

El martirio de Juan Bautista 

Lunes de la XXII Semana del Tiempo Ordinario

Qué incómodos han resultado los profetas para los poderosos. Portavoces de Dios su mensaje no ha resultado indiferente. El hombre que pretende ocupar el puesto de Dios se siente acorralado ante la denuncia de los profetas. Y la manera de resolver el problema parece que es siempre la violencia. Pero ello no ha impedido que Dios siga suscitando entre los hombres y mujeres de fe el espíritu de profecía.


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Marcos 6, 17-29

En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.

El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.

Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.

La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.

La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven:

«Pídeme lo que quieras, que te lo doy».

Y le juró:

«Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino».

Ella salió a preguntarle a su madre:

«¿Qué le pido?»

La madre le contestó:

«La cabeza de Juan, el Bautista».

Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió:

«Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista».

El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.

Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

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