Jueves de la XX Semana del Tiempo Ordinario
Demasiado afanados en el frenético ritmo que nos hemos
impuesto hace difícil atender a las cosas importantes. Nos obsesionamos por lo
urgente, ¿dónde queda lo importante? Es tiempo de reflexionar en que invertimos
nuestro tiempo, ¿en atender lo urgente o en lo verdaderamente importante?
Mateo 22, 1-14
En aquel tiempo, Jesús volvió a hablar en parábolas a los
sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
«El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba
la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados,
pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que dijeran a los
convidados:
“Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses
cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda”.
Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras,
otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los
mataron.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con
aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.
Luego dijo a sus criados:
“La boda está preparada, pero los convidados no se la
merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis,
llamadlos a la boda”.
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los
que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba
traje de fiesta y le dijo:
“Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de boda?”.
El otro no abrió la boca.
Entonces el rey dijo a los servidores:
“Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las
tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.
Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos».
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