Santa Francisca Romana, Religiosa
Jueves de la II
Semana de Cuaresma
No parece que el rico del evangelio fuese sensible a las
dificultades de los demás ni al sufrimiento. Lejos de ello, su vida cotidiana
discurría entre la normalización de la desigualdad y el abuso de posición
respecto a los más débiles. Tarde se dio cuenta. No bastaron las palabras de los
profetas. ¿Qué necesitamos?
Lc 16,19-31
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y
banqueteaba cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal,
cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los
ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el
infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán,
y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
"Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que
moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan
estas llamas".
Pero Abrahán le dijo:
"Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida,
y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú
eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo
inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan
hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros".
Él dijo:
"Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de
mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no
sea que también ellos vengan a este lugar de tormento".
Abrahán le dice:
"Tienen a Moisés y a los profetas: que los
escuchen".
Pero él le dijo:
"No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se
arrepentirán".
Abrahán le dijo:
"Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se
convencerán ni aunque resucite un muerto"».
No hay comentarios:
Publicar un comentario