Sábado de la II Semana de Cuaresma
Si tenemos que elegir un texto que
refleje el camino cuaresmal no hay duda que esta parábola de Lucas es el
elegido. Un hijo de Dios decide hacer un uso de la libertad que lo aleja del
Padre. Podían haberlo decidido los dos, pero fue uno. El otro se mantuvo fiel a
su padre, pero no comprendió el significado del amor. El pequeño pasa por el
desierto de la fe y regresa a casa arrepentido. Y el padre, lejos de
ajusticiarle, lo acoge con ternura y le devuelve la dignidad. Cuaresma es
tiempo de conversión, de regreso al camino del amor, de contempación.
Lc 15,1-3.11-32
En aquel tiempo, solían acercarse
a Jesús todos los publicanos y pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los
escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come
con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el
menor de ellos dijo a su padre:
"Padre, dame la parte que me
toca de la fortuna".
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo
menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su
fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella
tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con
uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar
cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le
daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
"Cuántos jornaleros de mi
padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me
levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he
pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame
como a uno de tus jornaleros".
Se levantó y vino adonde estaba
su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las
entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
"Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo".
Pero el padre dijo a sus criados:
"Sacad enseguida la mejor
túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies;
traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete,
porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos
encontrado".
Y empezaron a celebrar el
banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a
uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
"Ha vuelto tu hermano; y tu
padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud".
Él se indignó y no quería entrar,
pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
"Mira: en tantos años como
te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un
cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese
hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero
cebado".
El padre le dijo:
"Hijo, tú estás siempre
conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y
alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido
y lo hemos encontrado"».
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