San Cirilo de Jerusalén
Sábado de la III Semana
de Cuaresma
En la vida de fe corresponde
poner toda voluntad para conseguir que el encuentro con el Señor sea realmente
transformador. Pero hay una parte fundamental, la gracia de Dios, la confianza
en él y la fe. Puede que hayamos convertido nuestra vida de fe en un activismo
de buenas acciones y pensemos que eso es suficiente. En el camino de la
cuaresma también debemos entrenar la confianza, la humildad y la fe. Sin ellas
el activismo religioso pierde su sentido.
Lc 18,9-14
En aquel tiempo, dijo Jesús esta
parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y
despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a
orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su
interior: "¡Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás
hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno
dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo".
El publicano, en cambio,
quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se
golpeaba el pecho diciendo: "¡Oh, Dios!, ten compasión de este
pecador".
Os digo que este bajó a su casa
justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el
que se humilla será enaltecido».
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