Martes de la VII Semana de Pascua
La vida eterna es la vida junto a Dios. Y en esta oración
de Jesucristo, recoge el centro de su misión. La unidad del Padre y el Hijo y
dicha unidad se debe realizar efectivamente en la comunidad cristiana. Nosotros
hoy somos testigos de dicha comunión si permanecemos unidos.
Jn 17,1-11a:
Padre, glorifica a tu Hijo.
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, dijo Jesús:
«Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que
tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne,
dé la vida eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te
conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la
obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria
que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese.
He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio
del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra.
Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he
comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han
conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.
Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos
que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en
ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en
el mundo, mientras yo voy a ti».
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