Santa Águeda, mártir
Miércoles de la IV Semana del Tiempo Ordinario
Asombro de los paisanos de Jesús al oírle en la sinagoga y asombro de Jesús por la falta de fe de sus paisanos. Así son las cosas de Dios: un misterio. Nadie es profeta en su tierra. Allí donde brota la salvación y la vida, germinan también la destrucción y la muerte.
Mc 6,1-6
En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de él.
Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
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