Santo Tomás de Aquino
Viernes de la III Semana del Tiempo Ordinario
Es propio de nuestro ego pensar que cualquier fruto de las actividades misioneras de la Iglesia se debe a nuestro titánico esfuerzo. Los actos voluntariosos se agradecen, pero la misión no es nuestra. Es el Espíritu Santo el que sostiene y hace fructificar la misión del Señor. No lo olvidemos.
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Marcos 4, 26-34
En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».
Dijo también:
«¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden anidar en su sombra».
Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
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