San Sebastián y San Fabián
Jueves de la II
Semana del Tiempo Ordinario
La muchedumbre reconoce en Jesús de Nazaret un motivo de
esperanza. Y como tal encuentran en él la promesa hecha por Dios al pueblo de
Israel. No parecían tiempos de felicidad, sino más bien de desesperanza. La
pandemia también ha dejado tocado nuestro ánimo y las propuestas que recibimos
el mundo no son muy plenas. ¿Reconocemos al Señor y los signos de su amor como
esperanza del nuevo Reino de Dios?
Marcos 3, 7-12
En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la
orilla del mar y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea.
Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de
Judea, de Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón.
Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una
barca, no lo fuera a estrujar el gentío.
Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo
se le echaban encima para tocarlo.
Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante
él, y gritaban:
«Tú eres el Hijo de Dios».
Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.
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