Santa Lucía, virgen y mártir
Martes de la III Semana de Adviento
La lógica humana nos llevaría a pensar que los sumos
sacerdotes y ancianos son malos y los publicanos y las prostitutas son los
buenos. Somos humanos, somos así. Pero la lógica de Dios camina por delante de
nuestros sentidos y de nuestro corazón endurecido. El judaísmo oficial no
escucha a Dios en su corazón y rechaza y excluye todo aquello que sea ajeno a
lo oficial. Quizá no estamos lejos de ese judaísmo cada vez que excluimos a los
alejados de la fe. Dios se dirige a todos, no excluye, ¿por qué lo hacemos
nosotros? Revisemos si nuestros criterios en la vida de fe son los nuestros o
son los de Dios.
Mt 21,28-32: Vino
Juan y los pecadores le creyeron.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los
ancianos del pueblo:
«¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al
primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña”. Él le contestó: “No
quiero”. Pero después se arrepintió y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo
mismo. Él le contestó: “Voy, señor”. Pero no fue.
¿Quién de los dos cumplió la voluntad de su padre?»
Contestaron:
«El primero».
Jesús les dijo:
«En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas
van por delante de vosotros en el reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros
enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los
publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no
os arrepentisteis ni le creísteis».
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