Lunes de la IV Semana de Adviento
Frente a la actitud generosa y positiva de José y María
ante la propuesta de Dios, Zacarías parece dudar del poder de Dios. Ante la
inminente venida del Mesías, también nosotros podemos dudar, podemos aceptar
generosamente la propuesta o necesitar nuestro tiempo. Es momento de contemplar
para responder a la propuesta de Dios.
Lc 1,5-25
En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote
de nombre Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón,
cuyo nombre era Isabel.
Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según
los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril,
y los dos eran de edad avanzada.
Una vez que Zacarías oficiaba delante de Dios con el grupo
de su turno, según la costumbre de los sacerdotes, le tocó en suerte a él
entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del
pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso.
Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha
del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de
temor.
Pero el ángel le dijo:
«No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu
mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de
alegría y gozo, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los
ojos del Señor: no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya en
el vientre materno, y convertirá muchos hijos de Israel al Señor, su Dios. Irá
delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, “para convertir los
corazones de los padres hacia los hijos”, y a los desobedientes, a la sensatez
de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».
Zacarías replicó al ángel:
«¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi
mujer es de edad avanzada».
Respondiendo el ángel, le dijo:
«Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido
enviado para hablarte y comunicarte esta buena noticia. Pero te quedarás mudo,
sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis
palabras, que se cumplirán en su momento oportuno».
El pueblo, que estaba aguardando a Zacarías, se sorprendía
de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos
comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por
señas, porque seguía mudo.
Al cumplirse los días de su servicio en el templo, volvió
a casa.
Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir
de casa cinco meses, diciendo:
«Esto es lo que ha hecho por mí el Señor, cuando se ha
fijado en mí para quitar mi oprobio ante la gente».
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