San Juan Crisóstomo, Obispo y doctor
Martes de la XXIII Semana del Tiempo Ordinario
La fe es don y tarea. Es un
regalo que Dios pone a nuestro alcance, pero es tarea. Y de nosotros depende
abonar nuestro interior para que la fe se mantenga fresca y sea fértil. No se
trata de esperar al borde del camino, ni de recorrer terrenos estériles, somos
corresponsables y destinatarios privilegiados de la acción de Dios.
Mc 4,1-10.13-20
En aquel tiempo, Jesús se puso a
enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que
subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó
mucho rato con parábolas, como él solía ensenar:
-«Escuchad: Salió el sembrador a
sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se
lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra;
como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol,
se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las
zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació,
creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por
uno.»
Y añadió:
-«El que tenga oídos para oír,
que oiga.»
Cuando se quedó solo, los que
estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas.
Y añadió:
-«¿No entendéis esta parábola?
¿Pues, como vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay
unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto
la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros
que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con
alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad
o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la
simiente entre zarzas; estos son los que escuchan la palabra, pero los afanes
de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los
invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben
la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha
del treinta o del sesenta o del ciento por uno.»
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