Lunes de la XXV Semana del Tiempo Ordinario
La
luz del evangelio no se puede ocultar eternamente. Tarde o temprano se dará a
conocer a todos. Sea por ceguera propia, sea porque otros no nos permiten ver
tardaremos o no, pero ella misma se presentar a todos los hombres y mujeres.
Abramos los sentidos para que entre a nuestro corazón.
Lc 8,16-18
En
aquel tiempo, dijo Jesús al gentío:
«Nadie
que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o la mete debajo de la
cama, sino que la pone en el candelero para que los que entren vean la luz.
Pues
nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a
saberse y hacerse público.
Mirad,
pues, cómo oís, pues al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará
hasta lo que cree tener».
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